español

Norma Norma fue una persona que, lamentablemente, por mi inexperiencia y egocentrismo, en esos años no supe valorar, estimar y aprovechar como se merecía. Fue una gran amiga, pero conscientemente no supe extraer verdaderos frutos de nuestra relación, relación que ni siquiera recuerdo como comenzó, ni tampoco por qué ni cuando tuvo un corte, en ese momento, sin secuelas. Luego, a través de los anos, atravesando los velos de mi ignorancia, la figura, la personalidad y el protagonismo que tuvo en mi vida de Norma fue agrandándose, aclarándose y hoy puedo afirmar que en esa etapa de mi vida hizo más por mí que ningún otro. Ella era por lo menos dos-tres años mayor que yo y por ende mucho más madura, una persona independiente, pintora y vivía sola en un pequeño departamento que funcionaba como taller con un rincón para dormir otro para una pequeña cocina y baño. Seguro que pasamos mucho tiempo juntos, charlando, compartiendo momentos, situaciones, salidas. Era como una hermana mayor que, no sé por qué motivo, no solamente buscaba, sino que disfrutaba de nuestra amistad. Repito, no sé cómo empezó nuestra relación y tampoco cunado ni como finalizó, tal vez por mi viaje a Hungría, lo cierto es que, en algún momento, desapareció de mi vida para siempre. Durante unos meses antes de mi partida, un grupo formado por Tony, Norma y alguno más del coro íbamos al instituto donde estaban internados aquellos jóvenes que había padecido la epidemia de poliomielitis. Llevábamos algunos instrumentos musicales, flautas dulces, guitarra, cantábamos, Norma dibujaba para ellos. Un determinado día la institución organizó una especie de “fiesta” no sé el motivo y fue entonces que concurrimos en mayor cantidad jóvenes estudiantes de arte. En el salón principal las enfermeras acomodaron en círculo a los lisiados en sillas de ruedas, o con andadores, dejando un lugar libre en el centro. Entre los enfermos pusieron también a tres-cuatro acostados en el pulmotor del cual solo les sobresalía la cabeza y por medio de un espejito colgado sobre la misma, sujeto a la máquina, podían observar lo que sucedía en el medio del círculo. Cantamos, sonó la música y en un momento apareció en el centro una chica hermosa, alumna de la escuela de danzas, y allí, entre los paralíticos comenzó a bailar, sola, como si no hubiese nadie más, ni en el mundo pequeño y triste del instituto ni en el sin límites del exterior. Fue una experiencia única, hermosa, mágica e inolvidable. Al finalizar la “fiesta” alguien de nosotros le preguntó con mucho tacto a una enfermera, si ese baile no habría incomodado o entristecido a los enfermos. Ella nos tranquilizó con una sonrisa “Al contrario, para ellos fue un regalo” Entre los enfermos, en una silla de rueda, había una chica de nuestra edad que se apegó a Norma y a mí, a pesar de poder a penas sostener la flauta dulce siempre quería sacar de ella algún sonido, cosa que le costaba mucho no sólo por la debilidad de sus manos sino también por sus pulmones enfermos que apenas podían insuflar en el instrumento el aire suficiente. En una oportunidad a Norma se le ocurre la idea de invitarnos a cenar a su taller, a la enferma y a mí. Solicitó a lo médicos y a los padres de la chica el permiso para salir del instituto por algunas horas, los cuales se lo concedieron. Fuimos en taxi hasta el taller de mi amiga y allí nos esperaba con su plato favorito, “pato a la naranja”, y una botella de vino tinto. Comimos, charlamos, Norma nos mostró sus pinturas y llegó el momento de devolver a nuestra amiga enferma al instituto. Volvimos, algo chispeados por el vino, también en taxi, que, por supuesto pagaba Norma, los tres sentados en el asiento trasero, la enferma en el medio. En un momento determinado, no sé cómo, la enferma apoya su cabeza en mi hombro y la deja allí con los ojos cerrados. Llegamos, el taxista nos ayudó a sacar del baúl la silla de ruedas, la acomodamos en ella la llevamos hasta la entrada donde ya estaba la enfermera esperándonos y nos despedimos emotivamente. Entonces Norma me habló, como siempre, lenta y cariñosamente, sobre el riesgo de un apego de parte de una enferma hacia otra persona, podría llegar a ser asfixiante y despertar en ella ilusiones imposibles de volverlas realidad. También agregó que para poder seguir desarrollando una amistad de este tipo, más profunda, se requiere mucha madurez, equilibrio emocional y síquico… y también una actitud de desprendimiento de uno mismo. En ningún momento llegó a insinuar que tal vez debería cortar algo incipiente con la chica, simplemente me “pintó” un posible libreto que yo era incapaz de ver, comprender, mucho menos asumir. Pero lo entendí, porque en el taxi yo también me había sentido no solo impresionado o conmovido por su acercamiento, sino también asustado y sin saber cómo reaccionar. Otra ”ayuda” de Norma en este lento proceso de transición ocurrió en el viaje que hicimos a Córdoba para participar de un encuentro de coros universitarios. Fuimos, todo el conjunto en tren desde Retiro, menos el maestro Russo quien hizo el viaje en auto. Cuando íbamos saliendo de la provincia de Buenos Aires, el vagón que ocupábamos se fue ocupando con pasajeros que subían en las una o dos estaciones en las que el tren se detenía. Con Norma a mi lado estábamos sentados, charlando y riéndonos con otros del grupo y en ese momento me percaté de una madre joven con su niño pequeño en brazos de entre los que subían al tren. Como el vagón ya estaba colmado, la mamá se ubicó de pie con su niño a un par de metros de donde estábamos nosotros. Siguiendo un impulso natural me levanté del asiento para ofrecérselo y ella, agradecida y sonriente lo aceptó, mientras, cambiando de lugar, me ubiqué de pie en el lugar que ella había dejado. A los pocos segundos se acercan a mí Máximo y su compañera Carmen. Máximo era el mejor bajo del coro, en los spirituals él era el solista por excelencia, un intelectual con ideas radicales de izquierda “progresistas” y todos sabían que, junto con Carmen, siempre estaban a la pesca de otros integrantes para proponerles tríos o intercambio de parejas. Máximo comenzó a aconsejarme e “instruirme” que eso de ceder el asiento a otra persona era un resabio de actitudes falsamente caritativas de un régimen capitalista, ultraconservador, clerical ya descompuesto, en cambio -siguió explicando con paralelismos forzados- el cambio revolucionario iba a traer consigo un mundo donde, gracias a la justicia social, a la igualdad, la sociedad ya no iba a estar dividida pobres y ricos y, en consecuencia, tampoco habrían menesterosos condenados a viajar de pie en el tren. Confieso que me quedé bastante aturdido y confuso ante la perorata revolucionaria de Máximo y Carmen, sin saber ni encontrar argumentos aptos para refutarlos. Entonces Norma se levantó de su asiento, vino hacia mí y dijo “No les hagas caso, son unos pelotudos y vos hiciste bien en ceder el asiento” Máximo y su compañero se alejaron y me tranquilicé charlando con Norma, los dos de pie, hasta que en la próxima estación la madre descendió del tren y volvimos a sentarnos en nuestros lugares. Un día, como aditamento a la influencia que ejercía sobre mí el movimiento hippie, le confesé que me gustaría tener una camisa con flores pintadas a mano sugiriéndole que tal vez ella me la podría pintar. Norma al principio no aceptó la propuesta, pero luego de unos días me pidió una camisa blanca. Pasaron unas semanas y me muestra la camisa pintada… pero no era como yo la había imaginado. En vez de flores de colores, sobre un fondo azul en la parte inferior de la camisa que progresivamente iba transformándose hasta llegar a un rosado salmón tenue en el cuello, alrededor de la camisa había pintado con trazos negros, modernos y muy sencillos dos figuras, varón y mujer, sentadas en una mesita, frente a frente y como charlando. Le pregunté quiénes eran las dos figuras. Respecto al varón me respondió lo obvio “sos vos”, “¿y la mujer?” “Sólo vos sabés quien es… o lo sabrás”. Un poco decepcionado le agradecí la camisa pintada y en algunas ocasiones también la usé, pero con el transcurso de los anos, desapareció en algún vericueto olvidado de mis viajes y cambios de vida. Hoy comprendo el mensaje de Norma en la camisa, el que eligió para dejar un legado más profundo que el superficial de flores de colores. El dibujo de la camisa volvió cuarenta y tres años más tarde en un sueño que tuve apenas me reencontré con Marta en el internet, sueno que relaté en “Camino a casa” … los dos sentados frente a frente separados por una mesita y charlando sobre nuestras vidas.

húngaro

Szabály Norma olyan ember volt, akit sajnos tapasztalatlanságom és egocentrizmusom miatt azokban az években nem tudtam, hogyan kell értékelni, becsülni és úgy kihasználni, ahogy megérdemelné. Nagyon jó barát volt, de tudatosan nem tudtam, hogyan lehet kihozni az igazi gyümölcsöt a kapcsolatunkból, egy olyan kapcsolatból, amelyre nem is emlékszem, hogyan kezdődött, sem miért és mikor ért véget, akkoriban, következmények nélkül. Aztán az évek során, áthaladva tudatlanságom fátylain, Norma alakja, személyisége és életemben való kiemelkedő szerepe nőtt és tisztázott, és ma már kijelenthetem, hogy életemnek abban a szakaszában többet tett értem, mint valaha. . Legalább két-három évvel idősebb volt nálam, ezért sokkal érettebb, önálló ember, festő, és egyedül élt egy kis lakásban, amely műhelyként funkcionált, alvósarokkal, egy másik konyhával és fürdőszobával. Biztosan sok időt töltünk együtt, beszélgetünk, megosztjuk egymással a pillanatokat, helyzeteket, kirándulásokat. Olyan volt, mint egy nővér, aki – nem tudom, mi okból – nem csak kereste, de élvezte is a barátságunkat. Ismétlem, nem tudom, hogyan kezdődött a kapcsolatunk, sem azt, hogy mikor és hogyan ért véget, talán a magyarországi utazásom miatt, az igazság az, hogy valamikor örökre eltűnt az életemből.Néhány hónappal az indulásom előtt egy Tonyból, Normából és néhány másik kórusból álló csoport az intézetbe ment, ahol a gyermekbénulás járványban szenvedő fiatalokat kórházba szállították. Hoztunk néhány hangszert, lemezt, gitárt, énekeltünk, Norma rajzolt nekik. Egy bizonyos napon az intézmény egyfajta „bulit” szervezett, aminek nem tudom az okát, és ekkor jöttek nagyobb számban a fiatal művészhallgatók. A főszobában az ápolónők kerekesszékben vagy sétálókkal helyezték el a nyomorékokat körbe, szabad helyet hagyva a központban. A betegek között hármat-négyet is ráhelyeztek a pulmotorra, amelyből csak a fejük állt ki, és a gépre erősített kis tükör segítségével megfigyelhették, mi történik a kör közepén. Énekeltünk, szólt a zene és egy pillanat alatt egy gyönyörű lány, a tánciskola tanulója jelent meg a központban, és ott, a bénák között táncolni kezdett, egyedül, mintha nem lenne senki más, még csak nem is. az intézet kicsiny és szomorú világában, sem a határtalan kívül. Egyedülálló, gyönyörű, varázslatos és felejthetetlen élmény volt.A „buli” végén egyikünk tapintatosan megkérdezte egy ápolónőt, hogy ez a tánc nem tette volna-e kényelmetlenül vagy szomorúvá a betegeket. Mosolyogva nyugtatott meg minket: „Éppen ellenkezőleg, nekik ez ajándék volt.” A betegek között, kerekesszékben volt egy korunkbeli lány, aki Normához és hozzám ragaszkodott, annak ellenére, hogy alig bírta tartani a magnót, mindig ki akart hozni belőle valami hangot, ami nem csak neki volt nehéz. mert a keze gyengesége, de a beteg tüdeje miatt is, amely alig tudott elegendő levegőt szívni a műszerbe. Egy alkalommal Normának az az ötlete támadt, hogy meghívja a pácienst és engem vacsorára a műhelyébe. Engedélyt kért az orvosoktól és a lány szüleitől, hogy néhány órára elhagyhassák az intézetet, amit megadtak. Taxival mentünk a barátnőm műhelyébe, ahol kedvenc ételével, a „kacsa a la orange”-val és egy üveg vörösborral várt minket. Ettünk, beszélgettünk, Norma megmutatta a festményeit és ideje volt visszavinni beteg barátunkat az iskolába. A bortól némileg szikrázva tértünk vissza, szintén taxival, amit természetesen Norma fizetett, mi hárman a hátsó ülésen ültünk, a beteg nő középen.Egy bizonyos pillanatban, nem tudom, hogyan, a beteg a vállamra hajtja a fejét, és csukott szemmel hagyja ott. Megérkeztünk, a taxis segített kiszedni a tolószéket a csomagtartóból, belehelyeztük, bevittük a bejárathoz ahol már várt minket a nővér és érzelmes búcsút vettünk. Aztán Norma, mint mindig, lassan és szeretettel beszélt nekem arról, hogy fennáll a veszélye annak, hogy a páciens egy másik személyhez kötődik, ami fullasztóvá válhat, és felébredhet olyan illúzióiban, amelyeket lehetetlen valósággá váltani. Azt is hozzátette, hogy egy ilyen típusú, mélyebb barátság továbbfejlesztéséhez sok érettségre, érzelmi és pszichológiai kiegyensúlyozottságra van szükség... és az önelzárkózás hozzáállására is. Soha nem is utalt arra, hogy esetleg valami kezdődőt le kellene vágnom a lánnyal, egyszerűen „lefestett” egy lehetséges forgatókönyvet, amit képtelen vagyok látni, megérteni, még kevésbé feltételezni. De megértettem, mert a taxiban nemcsak lenyűgözött vagy meghatott a közeledése, hanem féltem is, és nem tudtam, hogyan reagáljak. Norma újabb „segítsége” ebben a lassú átalakulási folyamatban a Córdobába tett kirándulásunkon történt, hogy részt vehessünk az egyetemi kórusok találkozóján.Az egész csoport vonattal ment Retiroból, kivéve Maestro Russót, aki autóval tette meg az utat. Amikor elhagytuk Buenos Aires tartományt, az általunk elfoglalt kocsi elfoglalta az utasokat, akik azon az egy-két állomáson szálltak fel, ahol a vonat megállt. Normával mellettem ültünk, beszélgettünk és nevettünk a többiekkel a csoportban, és abban a pillanatban észrevettem egy fiatal anyát kisgyermekével a karjában a vonatra szállók között. Mivel a kocsi már tele volt, az anya ott állt a gyerekével pár méterre tőlünk. Természetes késztetést követve felkeltem a helyemről, hogy felajánljam neki, ő hálásan és mosolyogva elfogadta, én pedig helyet cserélve a helyére álltam, amit elhagyott. Néhány másodperccel később Máximo és társa, Carmen közelednek hozzám. Máximo volt a legjobb basszusgitár a kórusban, spirituális téren ő volt a par excellence szólista, radikális baloldali „progresszív” eszmékkel rendelkező értelmiségi, és mindenki tudta, hogy Carmennel együtt mindig azt várják, hogy a többi tag javaslatot tegyen. triók vagy cserepárok.Máximo tanácsolni és „utasítani” kezdett, hogy a szék átadása egy másik személynek a már lebomlott kapitalista, ultrakonzervatív, klerikális rezsim hamisan karitatív attitűdjének maradványa, másrészt – folytatta erőltetett párhuzamokkal magyarázva – a forradalmi változás egy olyan világot hozott magával, ahol a társadalmi igazságosságnak, az egyenlőségnek köszönhetően a társadalom többé nem oszlik meg szegények és gazdagok között, következésképpen nem lesznek rászorulók, akik a vonaton állva utaznak. Bevallom, eléggé megdöbbentett és megzavart Máximo és Carmen forradalmi beszéde, anélkül, hogy tudtam vagy nem találtam megfelelő érveket ezek cáfolatára. Ekkor Norma felállt a helyéről, odajött hozzám és azt mondta: "Ne figyelj rájuk, idióták, és jól tetted, hogy feladtad a helyed." Máximo és a párja elment, én pedig megnyugodtam azzal, hogy beszélgettem Normával. , mindketten állva, addig A következő állomáson az anya leszállt a vonatról és újra leültünk a helyünkre. Egy napon, a hippi mozgalom rám gyakorolt ​​hatásán túl, bevallottam neki, hogy szeretnék egy inget kézzel festett virágokkal, ami arra utalt, hogy talán megfestheti nekem. Norma először nem fogadta el a javaslatot, de néhány nap múlva fehér inget kért tőlem.Eltelt néhány hét, és megmutatta a festett inget... de nem így képzeltem el. Színes virágok helyett a fokozatosan átalakuló kék alapon a gallérján halvány lazacrózsaszínt elérő ing alján, az ing köré fekete, modern és nagyon egyszerű vonásokkal két figurát festett, ülő férfit és nőt. egy kis asztalnál, egymással szemben és mintha csevegnének. Megkérdeztem, ki ez a két alak. A férfival kapcsolatban a nyilvánvaló "te vagy az", "és a nő?" – Csak te tudod, ki az… vagy te tudod. Kicsit csalódottan megköszöntem neki a festett inget, és néha fel is vettem, de ahogy teltek az évek, utazásaim, életváltozásaim valamelyik elfeledett szegletébe tűnt el. Ma már értem Norma üzenetét az ingen, amelyet úgy döntött, hogy mélyebb örökséget hagyjon, mint a színes virágok felületes üzenete. Az ing rajza negyvenhárom évvel később visszatért egy álmomban, amint újra találkoztam Mártával az interneten. Ezt az álmot a „Hazafelé” című filmben meséltem el… mi ketten szemtől szemben ülünk, elválasztva egymástól. kis asztal és csevegünk az álmainkról.életekről.

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