español

La época desde mi ingreso al Conservatorio nacional de música Carlos López Buchardo, hasta que me subí al barco rumbo a Hungría en el otoño del año 1971 fue, tal vez, la etapa más confusa y turbulenta de mi vida. Vista desde afuera, tal vez aparezca inmóvil y estancada como un lago de aguas tibias y turbias, por dentro, en cambio, un período en constante movimiento y plagado de aprendizajes y conflictos, luchas internas más vanas y estériles que reales. Tanto es así que tampoco perduraron muchos recuerdos de esos primeros años hasta que decidí integrarme al Coro de Arquitectura. Fueron algunos, tal vez no más de cuatro años lo cual es relativamente breve en relación con la cantidad de experiencias, cambios, captación y succión emanados por imanes y luces a veces de colores atrayentes, otras grises, brumosas y amenazantes que, viniendo desde el exterior y en todas direcciones parecían querer atrapar con celo posesivo, solo para sí. Era la época de la aparición del hippysmo y la liberación sexual, de los movimientos de izquierda revolucionarios, de los sueños bohemios de estudiar o hacer arte en Paría o en Londres. En estos años también yo fui seducido por un potpurrí de estos imanes y, justamente por eso, puedo recordarlos asociándolos a una época de turbulencia, conflictos internos, tanteos en una u otra dirección. Fue la época de la relación con Marta, principalmente los últimos meses del año 1969 y una pizca del 1970. Fue la época de aprendizaje y experiencias de vida, de sondeos, para bien y también para mal, en mini mundos hasta entonces desconocidos. La época con sus claros y oscuros de la estrecha amistad con Tony, la hermosa y fecunda amistad con Norma, los ensayos, conciertos con el Coro y con el Grupo joven de música antigua, el viaje en autostop a Río con el pretexto de ver el carnaval, pero en la realidad, para que Tony pudiese ir a encontrarse con un “novia” fugaz a la que finalmente encontró con su novio brasilero sin poderla convencer de subirse los dos en un barco rumbo a Europa, el viaje a dedo a Villa Carlos Paz con Tony, Fernando, María Inés y Mónica… El trabajo como vendedor en un comercio de instrumentos musicales de la calle Florida, donde duré pocos de meses, porque si el cliente quería comprar un instrumento de mala calidad lo enviaba a otro negocio a pocas cuadras del nuestro, y, al buscar otro empleo porque me quería casar con Marta y gozando de la ayuda del gerente del negocio, su recomendación para poder aspirar a un puesto como empleado del Banco de provincia, intento que, gracias a la misericordia divina y a nuestra separación nunca se concretó, además ya comenzaba los preparativos de mi viaje. Y la época, ya diplomado como profesor de música, los intentos, todos truncos, de seguir estudiando, primero en el conservatorio continuar con el Profesorado superior, al que abandoné por aburrirme soberanamente. De allí me inscribí en la Universidad del Salvador para la carrera de Musicología que, en principio me entusiasmó principalmente con las clases de folklore, las de historia de la música y de los instrumentos desde los principios y en las civilizaciones antiguas, de música autóctona de otras culturas y principalmente la relación entre música y religión a través del tiempo. Pero aquí tampoco duré mucho, el armar fichas, memorizar, estudiar, investigar, analizar no era ni es algo que mí temperamento pueda “aguantar” mucho tiempo, así que me pasé al Teatro Colón, al curso de Dirección de orquesta donde tampoco me sentí cómodo ya que el primer año consistía en pura teoría y conocimientos repetidos que dictaba un “loco” iracundo que no se parecía ni representaba nada de lo que estaba experimentando en el Coro Arquitectura con el maestro Russo. El destino quiso que, excepto Russo (del que aprendí más de ningún otro a pesar de que no fue profesor mío), nunca tuve buenos profesores en la Argentina. En Europa, (Hungría, España y más tarde Francia) en cambio, todos los que me tocaron eran excelentes ya sea como músicos reconocidos y también como docentes. Desde que, de adolescente, entré al conservatorio hasta fines de los setenta, cuando trabajaba en la Escuela de la parroquia del Nino Dios de Carlos Paz, me había alejado de la iglesia, lo cual no significó que me haya vuelto ateo o renegado de la fe, sino que mi alejamiento fue más bien un acto de rebeldía impensada -y también de curiosidad- provocada por el aluvión de novedades, cambios, experiencias hasta entonces inéditas que se fueron produciendo en esa época de mi vida. Tampoco puedo contar mucho o nada de lo demás “pinci”, mis padres, hermanos ya que todo mi tiempo e interés estaba centrado fuera de la familia. Solamente estaba en casa para dormir, comer y participar de vez en cuando en alguna que otra actividad de la vida familiar. Esta separación se profundizó aún más cuando, doce anos más tarde me radiqué definitivamente en Hungría con el firme y estúpido propósito de no volver nunca más a la Argentina. Maduraba muy lento, y de manera más bien inconsciente trataba, no de entenderlo, sino de acomodarme en un mundo más amplio en el que se estaban produciendo rápidos y drásticos cambios con todas las características completamente diferentes de lo que había experimentado hasta entonces, protegido por el hogar y la familia. Y trataba también de acomodarme en el micro mundo de la música, ya que comencé en el instituto siendo no solo en edad, sino mental y emocionalmente inmaduro, todavía prácticamente un niño, y fue precisamente a través de esos años que me hice adulto e independiente. Sintetizando, fue un proceso que se fue dando desde una actitud frente a la vida irresponsable, irreflexiva, de ser una taramba, pasando luego por decisiones tomadas más por ideas fantasiosas que pensadas seriamente, hasta que, ya acercándome a los treinta años, el destino, más bien las obligaciones impuestas por algunas de esas decisiones, me encauzaron a comenzar a aprender y aceptar que significaba la palabra responsabilidad y que el mundo no giraba alrededor mío. Volviendo al principio de esta etapa, desde los primeros años del conservatorio tuve un compañero con el cual nos unían circunstancias más bien casuales que una verdadera amistad. Él se llamaba Luis José, también era hijo de padre húngaro y madre argentina, teníamos la misma edad y éramos los únicos que estudiábamos violín en el mismo curso. Hasta aquí llegan las similitudes, porque el estrato familiar de donde proveníamos era diferente. Su padre era peluquero y vivían en la calle Pelliza, en Olivos, pero él era un hombre con bases e intereses intelectuales muy diferentes a las de mi padre. Encauzó a su hijo a la carrera de músico, no por un incondicional amor al arte como en el caso de papá, sino más bien por una razón práctica y económica. Por eso a mi amigo también le hizo estudiar saxofón y le armó un conjuntito con batería y guitarra eléctrica para tocar música popular en fiestas, casamientos, etc. del cual él mismo era el representante y promotor. Luis José era un buen muchacho, de buen corazón, realista y simple, no se hacía cuestionamientos y tomaba la vida tal como era. En el conservatorio, aunque no poseía un talento especial, pero sí estudiaba de manera diligente y sentía la música porque le gustaba todo lo que tocaba, cualquiera que fuese, clásica o con el conjuntito en el que agarraba más el saxofón que el violín. Recuerdo que un par de veces me invitó a tocar en alguna fiesta cuando necesitaba un integrante más, en esas ocasiones me pude ganar algo de dinero… en otras ocasiones me llamaban de suplente para formar parte de los coritos de la radio o la televisión en alguna canción intrascendente de algún cantante de moda. Según recuerdo, nos diferenciábamos en que él era más emocional en la interpretación, en cambio yo era más técnico, el aprendizaje de una determinada partitura me costaba menos. También en la forma de vestir, hablar y comportarnos éramos diferentes. Luis José iba casi siempre con saco, camisa blanca y corbata, en ocasiones más especiales con traje azul oscuro, o gris, todo lo que se ponía le quedaba algo grande, los pantalones demasiado largos, las mangas de la camisa también, la corbata algo torcida, pero eso no le afectaba, toda su apariencia mostraba satisfacción y seguridad en sí mismo. Por el contrario, yo trataba de mostrarme de acuerdo a los estándares de moda de la juventud, en mi manera de vestir, de actuar y nunca llegué a estar satisfecho, conforme conmigo mismo. El problema era que mis padres estaban lejos de considerar importantes mis expectativas, ni en convicciones, ideas ni tampoco en el aspecto económico, así que me debía conformar con las pocas posibilidades de mostrarme como hubiese querido. Solamente me acuerdo de una oportunidad en la que mi madre accedió, como regalo de cumpleaños, a comprarme unos botines cortos negros, copiados de los que usaban los Beatles, de los cuales era un admirador incondicional desde que vi la foto del conjunto en una vidriera de la avenida San Martín y escuché su primer simple “Twist and shout”. En definitiva, al contrario de mi persona en esa época de transición, Luis José era simple y auténticamente seguro de sí mismo y se mostraba tal cual era. Yo, siempre inseguro y con la estima baja, trataba de ser alguien más y “mejor” de lo que era en realidad, actitud que, en definitiva y de manera lamentable actuó en mi contra, ya que me impidió concentrarme en apreciar y desarrollar mi talento y mi potencial. Nuestra profesora de violín, Rosa I. al principio se esmeró para sacar lo mejor de mí y también de Luis José. Creo que ella, al poco tiempo, se dio cuenta de que mi amigo, por ser diligente y tomarse en serio sus estudios iba a llegar a ser un buen violinista, pero no más que eso debido a sus limitaciones. Por eso lo trataba con más indulgencia que a mí. Y también creo que pronto se dio cuenta que, en mi caso, no por potencial, sino por negligencia de mi parte, tampoco podía albergar expectativas de dejar algún legado importante como profesora. No solamente esta podría haber sido la razón por la cual siempre se la veía con una expresión de resignación, amargura y resentimiento sino, tal vez, también debido a su carrera trunca de concertista y, según los chismes, por su amor no correspondido hacia su colega y amigo Carlos Guastavino -quien la apreciaba y le había dedicado composiciones- y, como último factor, no era una mujer bonita, ni siquiera atractiva, cosa que agravaba su permanente expresión amarga… no recuerdo haberla visto sonreír nunca.

húngaro

A Carlos López Buchardo Nemzeti Konzervatóriumba való belépésemtől egészen 1971 őszén a Magyarországra tartó hajóra való felszállásig életem talán legzavarosabb és legviharosabb szakasza volt. Kívülről nézve mozdulatlannak és pangónak tűnhet, mint egy meleg és zavaros vizű tó, belül azonban egy állandó mozgásban lévő időszak, amelyet tanulás és konfliktusok, belső harcok sújtanak, amelyek hiábavalóbbak és meddőbbek, mint valódiak. Olyannyira, hogy az első évek sok emléke nem maradt meg egészen addig, amíg elhatároztam, hogy csatlakozom az Építészeti Kórushoz. Volt néhány, talán nem több, mint négy év, ami viszonylag rövid a mágnesek és a fények által kibocsátott élmények, változások, megragadás és szívás mennyiségéhez képest, amelyek néha vonzó színűek, máskor szürke, ködös és fenyegetőek. kívülről és minden irányból mintha birtokos buzgalommal akarnának megragadni, csakis maguknak. Ez volt a hippiizmus és a szexuális felszabadulás, a forradalmi baloldali mozgalmak, a párizsi vagy londoni tanulmányi vagy művészeti alkotás bohém álmai megjelenésének ideje.Ezekben az években engem is elcsábított ezeknek a mágneseknek a potpourrija, és pontosan ezért emlékszem, hogy a turbulenciák, a belső konfliktusok, az egyik vagy másik irányú megpróbáltatások idejére asszociáltak. Ez volt a Mártával való kapcsolat ideje, főleg 1969 utolsó hónapjai, kicsit 1970. A tanulás és az élettapasztalatok, a szondák ideje volt, jóban és rosszban is, addig ismeretlen mini világokban.A Tonyval való szoros barátság fényével és sötétjével, a Normával való szép és gyümölcsöző barátsággal, a próbákkal, a Kórussal és a Fiatal Régizenei Csoporttal való koncertekkel, a riói stoppos kirándulással a karnevál megtekintésének ürügyén, de a valóságban azért, hogy Tony találkozhasson egy röpke „barátnőjével”, akit végül a brazil barátjával talált meg anélkül, hogy meggyőzhette volna, hogy hajóra szálljon Európába, a Villa Carlos Peace-i stoppolásra Tonyval, Fernandóval, María Inés és Mónica… Eladóként dolgozom egy Florida Street-i hangszerboltban, ahol néhány hónapig kibírtam, mert ha a vevő rossz minőségű hangszert akar venni, pár hónap múlva elküldöm egy másik üzletbe. a miénktől, és amikor más munkát keresek, mert Mártát feleségül szerettem volna venni, és élveztem az üzletvezető segítségét, az ő ajánlását, hogy a Tartományi Bank alkalmazottjaként pályázhassak, ami isteni kísérlet irgalom és Elkülönülésünk soha nem valósult meg, és már kezdtem az előkészületeket az utazásomra. És az idő, már zenetanári képesítéssel, csonka próbálkozások, hogy továbbtanuljak, először a konzervatóriumban, hogy továbbtanuljak a felsőoktatásban, amit felhagytam, mert nagyon unatkoztam.Innen iratkoztam be a Salvadori Egyetem zenetudományi szakára, ami eleinte főként a folklór órákkal, a zene és a hangszerek történetével a kezdetektől és az ókori civilizációkban, más kultúrák őshonos zenéjével és főleg az zene és vallás az idők során. De itt sem bírtam sokáig, a kártyákat összerakni, memorizálni, tanulni, kutatni, elemezni nem volt és nem is olyan, amit a vérmérsékletem sokáig "kibír", így elmentem a Teatro Colónba, a Zenekari Karvezetésbe. A kurzus, ahol nekem sem volt kedvem, a kényelmes, hiszen az első év tiszta elméletből és ismételt tudásból állt, amit egy dühös „őrült” diktált, aki nem hasonlított vagy képviselt semmire, amit az Építészeti Kórusban tapasztaltam Russo mesterrel. A sors úgy döntött, Russo kivételével (akitől többet tanultam, mint bárki más, bár nem volt a tanárom), soha nem voltak jó tanáraim Argentínában. Európában (Magyarországon, Spanyolországban, majd Franciaországban) viszont mindenki, aki nálam játszott, kiváló volt elismert zenészként és tanárként is.Mivel a hetvenes évek végéig tinédzserként a konzervatóriumba kerültem, amikor a Carlos Paz Nino Dios plébánia iskolájában dolgoztam, eltávolodtam az egyháztól, ami nem jelentette azt, hogy ateista lettem, ill. a hit renegátja, de az elidegenedésem inkább egy elképzelhetetlen lázadás - és egyben kíváncsiság - tette, amelyet az életemben akkoriban bekövetkezett újdonságok, változások és eddig publikálatlan élmények zápora váltott ki. A többi „pinciről”, a szüleimről, a testvéreimről sem tudok sokat és semmit mondani, hiszen minden időm és érdeklődésem a családon kívülre irányult. Csak aludni, enni voltam otthon, és időnként részt vettem más családi életben. Ez az elválás még inkább elmélyült, amikor tizenkét évvel később végleg Magyarországon telepedtem le azzal a szilárd és ostoba szándékkal, hogy soha többé nem térek vissza Argentínába. Nagyon lassan érleltem, és meglehetősen öntudatlanul próbáltam nem megérteni, hanem beilleszkedni egy tágabb világba, amelyben gyors és drasztikus változások zajlanak, amelyek minden jellemzője teljesen eltér attól, amit addig tapasztaltam, otthon és otthon védve. család.És igyekeztem a zene mikrovilágába is beilleszkedni, hiszen középiskolás koromban nem csak korban, de szellemileg-érzelmileg éretlen, gyakorlatilag még gyerekként kezdtem, és pontosan ezeken az éveken keresztül lettem felnőtt, független. . Összefoglalva: ez egy olyan folyamat volt, amely az élethez való felelőtlen, meggondolatlan hozzáállással, debil léttel indult, majd több fantáziadús, mintsem komolyan gondolt ötletekből hozott döntéseken ment keresztül, mígnem harminc éves koromhoz közeledve a sors. , inkább a bizonyos döntések által rótt kötelezettségek miatt kezdtem el megtanulni és elfogadni, mit jelent a felelősség szó, és hogy a világ nem körülöttem forog. Visszatérve ennek a szakasznak az elejére, a konzervatórium első éveitől volt olyan partnerem, akivel inkább kötetlen körülmények, mint igaz barátság kötöttek össze bennünket. Luis Josénak hívták, ő is egy magyar apának és argentin anyának a fia volt, egyidősek voltunk, és csak mi tanultunk egy szakon hegedűt. Itt véget is érnek a hasonlóságok, mert más volt az a családi réteg, ahonnan jöttünk.Édesapja fodrász volt, és a Pelliza utcában laktak, Olivosban, de olyan ember volt, akinek intellektuális alapjai és érdeklődési körei nagyon különböztek apámtól. Fiát nem a művészet feltétlen szeretetéből, mint az apa esetében, hanem gyakorlati és gazdasági okokból irányította a zenész pályára. Ezért a barátomat is szaxofontanulmányozásra késztette, és dobbal, elektromos gitárral összerakott egy kis együttest, amivel bulikon, esküvőkön stb. amelynek ő maga volt a képviselője és előmozdítója. Luis José jó fiú volt, jó szívvel, realista és egyszerű, nem kérdőjelezte meg magát, és úgy vette az életet, ahogy volt. A konzervatóriumban, bár nem volt különösebb tehetsége, de szorgalmasan tanult és érezte a zenét, mert mindent szeretett, amit játszott, bármit is játszott, akár klasszikust, akár azt a kis együttest, amelyben jobban ragadta a szaxofont, mint a hegedűt. Emlékszem, párszor meghívott játszani egy buliba, amikor kellett egy plusz tag, ilyenkor kereshettem egy kis pénzt... máskor hívtak helyettesítőnek, hogy legyek a rádió tagja. vagy televíziós kórusok valamelyik rendezvényen.egy divatos énekesnő lényegtelen dala.Emlékeim szerint annyiban különböztünk, hogy ő érzelmesebben tolmácsolta, míg én technikásabb voltam, nekem kevésbé volt nehéz megtanulni egy-egy partitúrát. Az öltözködésünkben, a beszédünkben és a viselkedésünkben is mások vagyunk. Luis José szinte mindig zakót, fehér inget és nyakkendőt viselt, különlegesebb alkalmakkor sötétkék vagy szürke öltönyt viselt, minden, amit viselt, kicsit túl nagy volt neki, a nadrág túl hosszú, az ing ujja is, a nyakkendő egy kicsit túl hosszú, görbe, de ez nem hatott rá, egész megjelenése elégedettséget és önbizalmat tükrözött. Ellenkezőleg, igyekeztem a fiatalság divatos mércéinek megfelelően mutatni magamat, öltözködésemben, színészkedésemben, és sosem voltam elégedett, elégedett magammal. A probléma az volt, hogy a szüleim messze nem tartották fontosnak az elvárásaimat, sem meggyőződésükben, sem elképzeléseimben, sem gazdasági szempontból, így meg kellett elégednem azzal a kevés lehetőséggel, hogy úgy mutassam meg magam, ahogy szerettem volna.Csak egyetlen alkalomra emlékszem, amikor anyám beleegyezett, hogy születésnapi ajándékként vesz nekem néhány rövid fekete bokacsizmát, amelyet a Beatles viseltből másoltak, aminek feltétlen csodálója voltam, amióta megláttam a fotót a ruháról. a San Martín Avenue-n, és hallottam első kislemezét, a „Twist and shout”. Röviden, velem ellentétben az átalakulás idején Luis José egyszerűen és hitelesen biztos volt önmagában, és olyannak mutatta magát, amilyen. Mindig bizonytalanul és alacsony önbecsüléssel próbáltam valaki más lenni és „jobb” lenni, mint amilyen valójában voltam, ez a hozzáállás végül és sajnos ellenem dolgozott, mert megakadályozott abban, hogy tehetségem és lehetőségeim megbecsülésére és fejlesztésére koncentráljak. . Hegedűtanárunk, Rosa I. eleinte mindent megtett, hogy a legjobbat hozza ki belőlem és Luis Joséból is. Azt hiszem, nem sokkal később rájött, hogy barátom szorgalmával és komolyan veszi tanulmányait, jó hegedűművész lesz, de korlátai miatt nem több. Ezért bánt vele elnézőbben, mint én. És azt is gondolom, hogy hamar rájött, hogy az én esetemben nem a potenciál, hanem a hanyagságom miatt nem remélhetem, hogy tanárként sem hagyhatok fontos örökséget.Nemcsak ez lehetett az oka annak, hogy mindig a beletörődés, a keserűség és a neheztelés kifejezésével lehetett látni, hanem talán csonka koncertelőadói pályafutása, és a pletykák szerint kollégája iránti viszonzatlan szerelme is. és barátja, Carlos Guastavino - aki nagyra értékelte, és kompozíciókat is írt neki -, és utolsó szempontként nem volt csinos nő, még csak nem is vonzó, ami súlyosbította állandó keserű arckifejezését... Nem emlékszem, hogy valaha is láttam volna a mosolya.

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